Select a page

La Consultora de Strategy+ de AECOM, Alexandra Thorer, hija de la globalización, le cuenta a Cornerstone cómo el trabajo global, interconectado y móvil es la norma en la actualidad, y cómo está influyendo la digitalización en los modelos de trabajo convencionales.

Las empresas se están dando cuenta de la relación entre las personas y el diseño del espacio físico. Para ellas, ¿cuáles son las ventajas de tener una visión más estratégica?

Al contrario de lo que pasaba hace unas décadas, cuando veíamos innumerables mesas o cubículos estructurados de forma jerárquica, hoy en día adaptamos nuestros entornos a la forma de trabajar. Esto supone una transformación radical de los lugares de trabajo y refleja una tendencia hacia la individualización, por lo menos en la sociedad occidental.

Bajo conceptos como “Activity Based Working,” las oficinas de hoy en día responden a las necesidades de cada individuo, ofreciendo zonas específicas y optimizadas para trabajar en equipo, realizar tareas que requieren mucha concentración o reunirse de manera informal. De este modo, cada persona tiene la posibilidad de dar forma a su propio espacio. La investigación nos demuestra que en los entornos de trabajo modernos, las personas son más eficaces, se sienten más satisfechas y por tanto son más productivas, lo cual es fundamental tanto para la empresa como para el trabajador.

¿Cómo están cambiando nuestros entornos de trabajo?

La digitalización y la tecnología son cada vez más importantes para nuestra forma de trabajar. Ya sean los móviles, los portátiles, las nuevas herramientas o la infraestructura tecnológica, nuestra dependencia de la tecnología impacta directamente en nuestra forma de trabajar y en el entorno laboral. Estas transformaciones dan paso a estilos de trabajo más globales, interconectados, flexibles y libres, mientras que desaparece la necesidad de un espacio físico dedicado.

Con los nuevos conceptos laborales — el trabajo desde casa, las horas flexibles y las políticas de compartir espacios — además de la digitalización y las estructuras tecnológicas adecuadas, los entornos de trabajo se vuelven más transitorios. Yo misma soy un ejemplo: trabajo de forma regular en tres lugares distintos pero no tengo ninguna mesa asignada. Es cuestión de coger el portátil o el móvil y trabajar desde donde sea. Solo hace falta una conexión wifi.

Suena sencillo.

Y lo es, con la planificación y tecnología adecuada. Herramientas como Samsung DeX te permiten conectar el móvil a una pantalla y a un teclado, convirtiendo el teléfono en un disco duro portátil. Ideal para lo denominado como hot-desking. En el edificio The Edge en Ámsterdam, los trabajadores pueden personalizar su entorno — por ejemplo, cambiar la temperatura, nivel de iluminación, localizar a sus compañeros o encontrar una mesa libre a través de una aplicación en sus smartphones. Proyectos como éste demuestran como los avances tecnológicos hacen que las oficinas inteligentes sean más eficaces.

En AECOM nuestros equipos Strategy+ también investigan formas de trabajar más actuales y eficaces. Nos centramos en el desarrollo del “entorno de trabajo digital,” donde la tecnología, la digitalización y las estructuras modernas de trabajo se convierten en herramientas fundamentales de planificación.

Con más avances tecnológicos y mayor movilidad, es importante pensar en las necesidades de cada individuo a la hora de idear los espacios laborales, haciéndolos más flexibles, variados y transitorios. Sin embargo, desde el punto de vista del diseño es aún más importante proyectar espacios con un carácter “humano,” crear entornos parecidos al hogar, donde los trabajadores se sientan cómodos aunque estén inmersos en un mundo de actividad y movimiento continuo. Por ejemplo, algunas oficinas cuentan con espacios comunes o salas que recuerdan el salón de una casa, disponen de futbolines y zonas para siestas energéticas o power naps, todo para que los trabajadores puedan relajarse y recuperar la productividad.

¿Estas estrategias pueden aplicarse más allá del entorno laboral?

Sí. A medida que vaya avanzando, la tecnología está jugando un papel cada vez mayor no solo a nivel laboral sino también en la vida cotidiana. A lo largo de las últimas dos o tres décadas, se ha ido creando la llamada “sociedad red,” donde nuestras estructuras sociales, políticas y económicas están interconectadas a través de la informática y las redes digitales o de comunicación. Así lo han observado sociólogos como Jan van Dijk y Manuel Castells; sus ensayos son muy recomendables.

Como parte de la globalización, la tecnología y las redes tienen un impacto en nuestras ciudades. El concepto de “ciudad global” depende de las relaciones y vínculos sociales, políticos y económicos entre distintos núcleos urbanos. Estas relaciones dan forma a nuestras ciudades, nuestras vidas y nuestra manera de trabajar. Se observa en la sencilla acción de utilizar una app para movernos por una ciudad o acceder al transporte público. Va más allá del hecho de confiar en esta tecnología para gestionar y desarrollar nuestras ciudades. Las ciudades inteligentes están en boca de todos, ya han dejado de ser un concepto abstracto para convertirse en una realidad fundamental de nuestro entorno urbanizado. En realidad, todo está conectado.

Tu tesis de doctorado trató sobre la inversión China en la infraestructura de transporte en África. ¿Cómo impactará esa inversión en el espacio físico de las ciudades Africanas?

Ya está afectando al espacio físico y de forma muy rápida. Tuve la suerte de poder documentar la fase de construcción de la primera red sub-sahariana de tren ligero en Adís Abeba, Etiopía. Es fascinante ver como en menos de cuatro años la implementación de 36km de ferrocarril ha transformado la huella urbana de la ciudad entera.

Acorde con el plan maestro de la ciudad, que busca convertir Adís Abeba en una ciudad moderna basándose en modelos chinos — una ambición compartida por muchas ciudades del continente africano —, barrios enteros se han borrado del mapa, reemplazados por edificios altos de oficinas o espacios comerciales además de modernos complejos residenciales. A la vez que transforma el espacio físico, la nueva red de transporte también está revolucionando la movilidad para una población en rápido crecimiento.

La ciudad se expande y surgen nuevas formas de moverse, impactando de forma fundamental en el carácter del espacio. Lo más importante es que los vínculos entre China y los países Africanos están abriendo camino hacia un cambio político, económico y global que afectará a sectores aparte de la construcción.

Cuéntanos algo personal que nos sorprenda.

Pues diría que me siento “hija de la globalización.” Mi madre es de Etiopía y mi padre es alemán. Por otro lado, yo nací en EEUU y pasé mi infancia en Múnich y Adís Abeba. Estar expuesta a países y tradiciones tan diversas despertó mi interés por viajar y explorar distintas culturas. Me llevó a estudiar arquitectura y urbanismo en Stuttgart y Tokio, y luego a investigar las relaciones entre China y África cuando vivía en Suiza, en la zona de habla francesa. Después de los estudios, crucé la llamada “Röstigraben” para mudarme a Zúrich; irónicamente, fue el mayor choque cultural que he vivido nunca.